18 de mayo de 2022

La-que-no-quiere-ser-nombrada ha vuelto

Hola. 

He vuelto. 

Después de nosecuantos años (siete, y ocho meses), en forma de chapa. 

Con una lengua más en el disco duro. 

Un cuerpo diferente. 

Un corazón diferente. 

Unas ganas diferentes. Una autoestima similar.

Admiro con agrado disfrutar de cosas que me parecían ridículas sólo por venir de mí.

 Que incluso disfruto de leerlas. Confirmándome que el momento creativo y el de revisión se diferencian en el tiempo. 

"Escribir con el último whisky de la noche y revisar con el primer mate amargo de la mañana" 

También me admiro (aunque con menos sorpresa) del dramatismo adolescentil en que están impregnadas las impresiones de entonces. 

Aunque tenían cuerpo. Y ahora, de cuerpo, sé un rato. 


Por eso he vuelto, aparte de porque me apetece. 

Porque se ha cruzado en mi camino creativo la suerte de encontrarme con alguien que me ha recordado que, en algún momento, disfruté de esto. 

Y quién sabe, quizás vuelvo a hacerlo. Y si no, al menos, sacaré forma de monetizarlo o transformarlo. 

Ahora sé que hay gente dispuesta a pagar por verme bailar. 

Cada uno a su forma, todos bailamos por monedas. Pam! Pam!

Solo que yo me relaciono con mi danza. 

 

También escribo desde un país más silencioso. 

Con los cafés más tranquilos.

Como si la gente quisiera que te concentrases en aquello que debes hacer. 

Hay más silencio, menos ruido, pero también hay más música inmigrante. Claro que ninguna es flamenco. 

 

Y sin embargo la gente del café ha decidido alzar el volumen general ahora. 

Lo justo para irritarme. 

 

También escribo desde una experiencia de vida más... más. 

La muerte me ha acariciado, la depresión, la ansiedad. 

Las relaciones ya no son cosas de estar o no enamorado. 

Hace más de lo que debería de la última vez que me enamoré. 

También hace menos de lo que debería. 

El caso es que sigo un manojo de desastres en lo que al querer refiere. 

Pero también soy más yo. 

Más de lo que nunca tuve ocasión. 

Me he bailado toda, una y otra vez, y saber, 

que voy a destrozarme el cuerpo, no sentada en una oficina,

sino bailando, 

chocándome contra el suelo

amando cuerpos que se prestan al presente de una experiencia performativa 

transformandome en texturas, en cosas, en cuerpos que están a metros de distancia, 

en el otro, 

impersonando a los muertos, 

yendo de cero a mil hacia pozos sin fondo de emoción,

me alivia.

Soy bailarina. SOY BAILARINA. BAILO. 

El baile es, como fue siempre, mi vida. 

Ahora, económica, social, educativa. Es mi proyecto. Vivir para bailarme. Y gracias a bailarme. 

Por eso puedo ser algo menos honesta en otros aspectos. En resumen, a lo que voy es, a que puedo volver aquí, desde una perspectiva diferente, y ver qué pasa. 

Quizás reescriba textos antiguos inclusive. 

Colaborando con mi yo de otro espacio-tiempo. 

Só tou a ver.

14 de abril de 2013

De bulimias

Vomitar es una forma más de no enfrentarse a la realidad
cuando la realidad sube a 47º por gota en sangre
y ninguno se refiere a la temperatura de mis ingles.

Y yo, que solo puedo vomitarte en un papel,
me bebo de un trago las ganas
para quitarme la acidez del esófago,
y dejo que tu utopía me arda en las venas,
como me arde tu olor en los pulmones
cada vez que no te respiro.

-Yo no quise follar, sino hacer el amor-
Yo me conformo con cualquiera de ambas,
si así consigo que vomites mi nombre.

1 de marzo de 2013

Y antes, dos besos de saludo

Luz tenue, sepia.
Dos vasos de whisky vacíos en la mesita de cama de un dormitorio con poca decoración.
Los hielos aún vivos, descansando en una aguarchada base de restos de alcohol. Los grados en sangre justos para que la amistad no se vista de conciencia y cobre peaje en la autopista a la lujuria.
Y empieza con impaciencia el juego de imprudencias. Empieza con lo que un jurado objetivo llamaría beso. Y vaya si continúa.
Qué le importa al tiempo lo que nos dure la noche, si yo solo quiero desvestirte los años, desorientarte la gravedad, mezclarme con tu oxigeno y que se te clave el aire en los pulmones.
Y dejar aquí la historia, porque darle fin iba a ser proclamar ganador al tiempo; y a este deseo, no le gana en eterno.