1 de junio de 2022

Um mosquito a morrer

Luz neón violeta. Tá!!!!

18 de mayo de 2022

Les falta una guerra civil

En este planeta, extraño, donde soy una extraña, hay muchas cosas diferentes. Diferentes, o nuevas. Que siempre estuvieron aquí, pero que para mí son nuevas porque soy la que llega ahora. Mi ahora es su siempre.

No hablan ruidosamente en el metro, ni en el bar (el café). O lo hacen solo con justificaciones contextuales. Como si la emoción no les desbordase y les saliese a flor de piel, en gritos de júbilo o contando anécdotas a voces aunque estén sentados a una distancia mínima pero te hablo como si estuvieses a veinte kilómetros.  Y no por la mera jalabaría (un par de veces me pasa que invento palabras porque el vocabulario que tengo no me llega para expresar lo que quiero. No que yo sea inteligente, es que esa palabra existe, pero yo la desconozco por excesiva ignorancia) de vivir con el volumen de la alegría, o del cabreo, bien alto. Pienso que hay sitios donde la vida se vive más intensamente, y eso se nota inevitablemente en la voz. Pero aquí no.

No cantan, flamenco al menos. Cantan fado. Lloran cantando. Lloran hablando también. Las mujeres tienen una voz irritantemente aguda, como si estuviesen siempre "resmungando". Como el lloro de un chihuahua lastimado. Los hombres, son machistas: João, Nuno, Tiago. Las mujeres, también. Joana, Catarina, Rita, Andreia. Todos son machistas.


Viven en un tiempo donde convive la costumbre de marcar en la agenda un jantar con el padrino. En la agenda del smartphone.

No es fácil improvisar. No está a la orden del día.


La clase política no les supone el pan y circo que a nosotros. Parece, diríase, que hasta hacen su trabajo, que es no dar la lata. Si bien es verdad que desde que vivo aquí no veo la tele. 

Come-se maracuyá. Sopa sem batata. O menú completo (sopa, prato do dia, bebida, café) custa seis euros. Bebem café a noite.  Cravos no 25 avril. O amor é metálico. Gostam se irritar na vida privada. Nós irritámonos tanto em privado como no público.

 

En este planeta, extraño, donde les falta una guerra civil, se comportan como civiles. 

Donde el machismo mata también, y mi privilegio no me deja ver a través.

Estoy en casa.

La-que-no-quiere-ser-nombrada ha vuelto

Hola. 

He vuelto. 

Después de nosecuantos años (siete, y ocho meses), en forma de chapa. 

Con una lengua más en el disco duro. 

Un cuerpo diferente. 

Un corazón diferente. 

Unas ganas diferentes. Una autoestima similar.

Admiro con agrado disfrutar de cosas que me parecían ridículas sólo por venir de mí.

 Que incluso disfruto de leerlas. Confirmándome que el momento creativo y el de revisión se diferencian en el tiempo. 

"Escribir con el último whisky de la noche y revisar con el primer mate amargo de la mañana" 

También me admiro (aunque con menos sorpresa) del dramatismo adolescentil en que están impregnadas las impresiones de entonces. 

Aunque tenían cuerpo. Y ahora, de cuerpo, sé un rato. 


Por eso he vuelto, aparte de porque me apetece. 

Porque se ha cruzado en mi camino creativo la suerte de encontrarme con alguien que me ha recordado que, en algún momento, disfruté de esto. 

Y quién sabe, quizás vuelvo a hacerlo. Y si no, al menos, sacaré forma de monetizarlo o transformarlo. 

Ahora sé que hay gente dispuesta a pagar por verme bailar. 

Cada uno a su forma, todos bailamos por monedas. Pam! Pam!

Solo que yo me relaciono con mi danza. 

 

También escribo desde un país más silencioso. 

Con los cafés más tranquilos.

Como si la gente quisiera que te concentrases en aquello que debes hacer. 

Hay más silencio, menos ruido, pero también hay más música inmigrante. Claro que ninguna es flamenco. 

 

Y sin embargo la gente del café ha decidido alzar el volumen general ahora. 

Lo justo para irritarme. 

 

También escribo desde una experiencia de vida más... más. 

La muerte me ha acariciado, la depresión, la ansiedad. 

Las relaciones ya no son cosas de estar o no enamorado. 

Hace más de lo que debería de la última vez que me enamoré. 

También hace menos de lo que debería. 

El caso es que sigo un manojo de desastres en lo que al querer refiere. 

Pero también soy más yo. 

Más de lo que nunca tuve ocasión. 

Me he bailado toda, una y otra vez, y saber, 

que voy a destrozarme el cuerpo, no sentada en una oficina,

sino bailando, 

chocándome contra el suelo

amando cuerpos que se prestan al presente de una experiencia performativa 

transformandome en texturas, en cosas, en cuerpos que están a metros de distancia, 

en el otro, 

impersonando a los muertos, 

yendo de cero a mil hacia pozos sin fondo de emoción,

me alivia.

Soy bailarina. SOY BAILARINA. BAILO. 

El baile es, como fue siempre, mi vida. 

Ahora, económica, social, educativa. Es mi proyecto. Vivir para bailarme. Y gracias a bailarme. 

Por eso puedo ser algo menos honesta en otros aspectos. En resumen, a lo que voy es, a que puedo volver aquí, desde una perspectiva diferente, y ver qué pasa. 

Quizás reescriba textos antiguos inclusive. 

Colaborando con mi yo de otro espacio-tiempo. 

Só tou a ver.