14 de agosto de 2012

Y que cumpla muchos más

Hoy soplo velas sin tu voz cantando
esa ridícula canción que nunca me gustó
esa tan popular,
la del cumpleaños feliz.

Hoy, que no quiero tarta de cumpleaños
si no puedo mancharte de merengue la nariz.
Si no puedo inventar caras estúpidas
abriendo algún regalo tuyo.

Hoy vuelvo a cumplir años sin ti,
solo que esta vez importa.
Me importa, joder.
Me importa no haberte escuchado
y ahora necesitar escribirte para no escucharme a mí.
Me importa haberme tatuado otros nombres
que no fuesen el tuyo.

El primer regalo que me da la fría madurez
es ese mismo, la madurez;
la madurez riéndose de mí,
de no dejarme mezclar nuestros apellidos en algún buzón.

El chuloputas del azar me deja de rodillas
en frente de tu ausencia,
y se la pela arrancarme de tu cuerpo.
Si quiera que exista el destino,
se está poniendo cachondo interceptándote de mi camino.

Todos esos se van a montar una orgía a pelo
en el lado que tú ocuparías en mi cama;
y me van a dejar criar su hijo,
y ponerle tu nombre al despertar,
y pelearme con él por el mando de la tele,
y esperarte traer a los niños del colegio,
y tener que tirar comida porque no sé cocinar para uno,
y tener que morir porque no sé vivir para uno.

Hoy soplo velas en una barra de un bar,
sin importarme que ya me hayan preguntado dos veces
a cuánto cobro la hora.
-a un suspiro de su boca- les digo;
y me miran con el respeto y silencio
con que se da a una viuda un pésame.

Hoy soplo velas en la barra de un bar de madrugada,
y como he aprendido que las velas no te van a traer,
en vez de comer tarta, bebo wisky seco,
para que al menos él te pueda llevar.

Más lejos, si cabe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario