Aquí pensándote, que voy a acabarme esta colilla sentada en la terraza que da a la calle
con la camiseta colgando de alguna lámpara
y tú no vas a salir a gritarle al vecino que deje de mirar el torso de tu chica desnudo
ni a devolverme la camiseta
aunque pensases volverla a colgar de la lámpara segundos más tarde; y dejarla ahí oscilando sobre largos jadeos.
Así que estrujo mis ganas contra el cenicero
y por si reduerdas dónde vivo, me fumo otro más.
24 de abril de 2012
15 de abril de 2012
-Tus llaves.
Confío en que algún día
te resulte raro no despertar con mis medias en el suelo
y al entrar en tu cocina
calcules mal la cantidad de café para uno.
Confío en que algún día
te sobre espacio en la almohada
y encuentres que de las veinticuatro horas del día
te aburren más de la mitad.
Confío en que algún día
no encuentres utilidad al vaso de cepillo de dientes
y que al abrir el cajón de tu cómoda
te topes con demasiados condones caducados.
Sé que las colillas dejarán menos daño en tus pulmones
del que te va a dejar el respirar mi piel lejana en tus sábanas
y sé que empezarás a conducir
buscando curvas que te provoquen más adrenalina
que el riesgo de mi cintura y mis piernas
y sé que no serás lo suficientemente inteligente
para aprender que la felicidad no está en el fondo
de tus cubatas de discoteca
y que volverás a barrer las caricias de una mujer
que adoraría mantener tu casa limpia
y que te perderás en moteles con putas
mientras tus hijos te esperan con los deberes del cole.
No apliques la lógica,
ninguno de estos versos
es quien empaqueta mis maletas,
es que aún conociendo mis numerosas alergias
dejabas las ventanas abiertas
como me dejabas desangrarme entre tus manos
buscando ocupación para la tarde de un domingo.
te resulte raro no despertar con mis medias en el suelo
y al entrar en tu cocina
calcules mal la cantidad de café para uno.
Confío en que algún día
te sobre espacio en la almohada
y encuentres que de las veinticuatro horas del día
te aburren más de la mitad.
Confío en que algún día
no encuentres utilidad al vaso de cepillo de dientes
y que al abrir el cajón de tu cómoda
te topes con demasiados condones caducados.
Sé que las colillas dejarán menos daño en tus pulmones
del que te va a dejar el respirar mi piel lejana en tus sábanas
y sé que empezarás a conducir
buscando curvas que te provoquen más adrenalina
que el riesgo de mi cintura y mis piernas
y sé que no serás lo suficientemente inteligente
para aprender que la felicidad no está en el fondo
de tus cubatas de discoteca
y que volverás a barrer las caricias de una mujer
que adoraría mantener tu casa limpia
y que te perderás en moteles con putas
mientras tus hijos te esperan con los deberes del cole.
No apliques la lógica,
ninguno de estos versos
es quien empaqueta mis maletas,
es que aún conociendo mis numerosas alergias
dejabas las ventanas abiertas
como me dejabas desangrarme entre tus manos
buscando ocupación para la tarde de un domingo.
11 de abril de 2012
Y ahora no me preocupa otra cosa
que la humillación de quien sale desnudo a la plaza mayor
y murmullos preguntan en voz alta señalando
qué demonios me hizo creer que con la piel expuesta iba mejor;
cuando hasta los pájaros saben
que fueron tus manos quienes se llevaron mi ropa,
que fueron tus manos quienes se llevaron mi ropa,
y con ellas las ganas de volverme a vestir.
Y es mi culpa que tu lengua sepa a caramelo,
que tus pantalones te sienten mejor a los pies de mi cama
y que tu peso sobre mi pecho me envuelva con más calidez
de lo que mi madre hacía al arroparme.
Y es mi culpa que las calles reverberen el eco
que tus pasos y los míos algún día dejaron en la misma acera
o sentirte pellizcar mis mejillas sin que nadie más que yo
sea capaz de verte hacerlo.
Me llevo bien con la soledad,
es a tu ausencia a quien odio.
4 de abril de 2012
Hola señor cafetero, ¿desea usted más té?
Estos momentos en los que me remito a Kant más que nunca y me debato entre la humillación y el silencio; sin poder parar de preguntarme por qué diantres el código penal no se extiende más allá de lo civil. Cuatro días no me parecen suficientes para apagar el sistema motivacional de recompensa.
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