11 de julio de 2012

Carmen me gusta.

Carmen me gusta. Tiene tanta fuerza como su nombre, y es el mayor piropo que he dicho de una mujer. Quizá por eso me creen hetero. Aquella mañana podría decir mucho más de ella; salimos a correr, y la ropa de deporte a Carmen le sienta bien. En realidad siempre me parece que todo le quede bien.
Carmen no parecía triste, pero yo sabía que lo estaba. Me conocía todas sus caras, y las que no conocía me las tenía que inventar. No era por el parque solitario en que nos habíamos reencontrado, ni por madrugar, e incluso me atrevo a decir que no era por estar allí sentada con alguien como yo.

(Carmen)-Bajé al río poco después de perderte de vista.

(Yo)-¿Llevabas traje de baño?-

(Carmen)-Me bañé desnuda.- dijo con la indiferencia de quien no le importa que se la imaginen sin ropa. No debía importarle si aún estaba sentada a mi lado.

Carmen era, de puertas para afuera, mi amiga. De puertas para adentro, ella sabía que las navidades pasadas había pedido a Santa tener sus bragas de encaje salmón en el suelo de mi dormitorio.

(Yo)-Yo seguí el camino; paré para esperarte pero no venías- Carmen también sabía que la hubiese esperado en cualquier camino aunque no me conduciese a sus ingles.

(Carmen)- Me empezó a seguir un perro; -dijo ignorándome- tenía la huella de un collar en el cuello, y me lamía los talones a cada paso. Siguió así todo el camino abajo hasta que pensé que me lo podría llevar a casa. Entonces se cruzó otra chica haciendo footing y se volvió a correr tras ella.

Vamos.- dijo cuando empezó a resultar dolorosamente evidente que no hablaba de un animal.

Se levantó, empezó a correr, y yo la seguí, por si no había tenido suficiente con un perro aquella mañana.

8 de julio de 2012

Si juego contigo a la botella, me acabaré bebiendo los bares de la ciudad

Te tocó ser la poesía más bonita del mundo,
y a mí me da la gana hacerte
de la manera menos desastrosa posible.


Te tocó hacer empinar la copa
de todas las solteras del bar;
de todas las casadas que prostituyeron
la cara de su marido por la tuya;
de todas las monjas de convento
que tras verte dudaron de la perfección de Dios.


Te tocó ser motivo de depresión
de las que querían ir al ballet los viernes
y dejarse salir a bailar los sábados.
De las que querían tostadas y zumo en la cama
y posturas nuevas en la mesa de la cocina.


Te tocó arruinar a los productores de películas de superhéroes
por el poco espíritu y valentía de sus personajes que les dejaste.


Te tocó ser el error pronunciado
en el clímax de una dama inglesa de alta clase;
y el máximo acierto de inversión salvatoria
de los accionistas al borde de la quiebra.


Te tocó ser la mentira
de las niñas que nunca se masturban,
las fantasías de las que admiten hacerlo,
y la incomodidad de las que no pueden hablarte
sin la condena de follarte en el dormitorio de su cabeza.


Te tocó hacer de los domingos
el día en que Dios no se paró a descansar
sino a pensar cómo terminar de crearte.


Te tocó ser la razón
por la que Marylin se levantaba la falda
por la que Sharon se descruzaba las piernas
por la que a Audrey se le escaparon los diamantes de la boca
intentando dejar espacio para la tuya.


Te tocó que me tocase la lotería
cuando la rifa de tus dientes 
me coincide con la papeleta del gordo.


Te tocó no saber nada
de lo que yo he querido tocarte.

3 de julio de 2012

Por hipótesis, las que quepan

No me destroza que me llames 'puta'
pero sí que no me llames nada.
De hecho, prefiero ser para ti, puta,
zorra, víbora,
a no ser más que un nombre de mujer.
Eso sí que duele.

El problema de querer ser tu 'perfecta'
es que hay millones más perfectas que yo.
Que mientras agarro puñados de pañuelos
para que mientan sobre el tamaño de mis pechos
hay millones de pechos que tienen la erección por ley.

Si después de haber conocido montañas
te resistes a abandonar las dunas de mi torso,
voy a tener que anular el contrato
al sicario que persigue tus fotos.

Voy a tener que volver a beberme las noches de tu boca
y a dejar que te fumes de una calada mi respiración.

Voy a volver a poner como punto y final a los orgasmos mudos
el 'crack' de los dedos de mis pies
en la primera noche que me acompañes.

Voy a volver a necesitar espinarte la piel
con un golpe definitivo de cadera;
y a marcarle a mis labios
un camino de peregrinación por tu cuerpo.

Si después de haber conocido Adéles,
Charlottes, Clementines,
prefieres que siga siendo mi nombre,
sólo querré serlo si te sale de los ojos.

Hasta que vuelvas a no llamarme nada,
y yo pida tu suicidio definitivo en mi cabeza;
sin funeral, ni flores, ni nada.

''Qué difícil intentar salir ilesos de esta magia en que nos hallamos presos'' Joaquín Sabina.