8 de julio de 2012

Si juego contigo a la botella, me acabaré bebiendo los bares de la ciudad

Te tocó ser la poesía más bonita del mundo,
y a mí me da la gana hacerte
de la manera menos desastrosa posible.


Te tocó hacer empinar la copa
de todas las solteras del bar;
de todas las casadas que prostituyeron
la cara de su marido por la tuya;
de todas las monjas de convento
que tras verte dudaron de la perfección de Dios.


Te tocó ser motivo de depresión
de las que querían ir al ballet los viernes
y dejarse salir a bailar los sábados.
De las que querían tostadas y zumo en la cama
y posturas nuevas en la mesa de la cocina.


Te tocó arruinar a los productores de películas de superhéroes
por el poco espíritu y valentía de sus personajes que les dejaste.


Te tocó ser el error pronunciado
en el clímax de una dama inglesa de alta clase;
y el máximo acierto de inversión salvatoria
de los accionistas al borde de la quiebra.


Te tocó ser la mentira
de las niñas que nunca se masturban,
las fantasías de las que admiten hacerlo,
y la incomodidad de las que no pueden hablarte
sin la condena de follarte en el dormitorio de su cabeza.


Te tocó hacer de los domingos
el día en que Dios no se paró a descansar
sino a pensar cómo terminar de crearte.


Te tocó ser la razón
por la que Marylin se levantaba la falda
por la que Sharon se descruzaba las piernas
por la que a Audrey se le escaparon los diamantes de la boca
intentando dejar espacio para la tuya.


Te tocó que me tocase la lotería
cuando la rifa de tus dientes 
me coincide con la papeleta del gordo.


Te tocó no saber nada
de lo que yo he querido tocarte.

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