24 de agosto de 2012

Tango a la isla del blues

Nombre era un tipo del que nunca me hubiera gustado enamorarme. Por lo general, me gusta diferenciarme del resto de mujeres.
Nombre inspiraba ser una amenaza para Rick Blaine en cualquier escenario que recordase a Casablanca, y cada dama del lugar no tuviese más remedio que reescribir un final del guión, en el que la torre Eiffel quedase ridiculizada frente al paisaje del torso desnudo de Nombre vistiendo sus pieles sin bisutería ni ligas.

Sonaba 'Koop Island Blues' en un cabaret de kilómetro 33 en la carretera del escape a la tristeza del matrimonio y las familias rotas. Aquella noche no hubo número de can can, ni la voz dura de alguna joven cantante por algún capullo que le ofreciese atajos a la fama. Aquella fue una noche de dar de comer al tocadiscos, y que éste vomitase una melodía por cada moneda mugrienta que tragaba. Había un borracho que había llorado dos monedas por una tal Rosa.

Yo no llevaba recuerdos encima para echar en ninguna máquina. Hasta la noche, el martini se estaba encargando de diluirlos junto al hielo; pero de haberlos tenido, tampoco había compartido ninguna canción con nadie que hacer sonar en un cabaret. Hasta que Nombre hizo sonar 'Koop Island Blues' y yo me encontrase a aquella joven forma de hombre en gabardina observándome desde el tocadiscos, como si supiese que iba a reaccionar con aquella canción.

Debió ser por que fui la única mujer (si a su lado merezco ser llamada así) del cabaret que no dejó escapar un suspiro al verle conquistar sin quererlo el lugar de madrugada, por lo general nadie que pasaba por allí me arrancaba la atención del alcohol. Lo que me impidió suspirar del todo fue ver que andaba hacia la pequeña mesa apartada donde yo estaba, y eso sí que no lo merecía; igual que la camarera no merecía que yo la imaginara chillando de dolor cuando se acercó a servirle con el vigésimotercer 'cariño' de la noche.

Nombre conquistaba el aire, a mí me traía al fresco lo galán que pudiese ser, de lo que yo escapaba por rutina, era de los hombres, y Nombre sólo incrementaba mis ganas de desprenderme de ellos. Siempre odié adiccionarme a cualquier cosa. Lo único que pude hacer fue preguntarle de qué escapaba él en aquel kilómetro de carretera.

-Escapo de mí mismo.- soltó torciendo una sonrisa el muy autosuficiente.
-Yo también escapo de ti.- se me ocurrió soltar recostada en mi silla, con toda la frialdad que el calor que Nombre me provocaba me permitió fingir.
Si algo pudiese haberme terminado de arrebatar fue la indiferencia y diversión con que se tomaba mi desprecio, y justo sentado en frente de mí soltaba una irritante risa que me dolía en los pulmones.

-Si yo fuese tú- empecé dura antes de que el color de su voz me venciese el pulso- en lugar de huir de mí, estaría prometiéndole a alguna talla 90 ir mañana al cine de la mano mientras tengo sexo con ella, y mañana largarme de su casa en silencio para no volver a verla si a la noche siguiente puedo follarme a una 95.-

-Y sin embargo estoy aquí sentado a la mesa con una 75 completamente vestido.- dijo el hijo de la gran puta. - No me alimento de tallas grandes con relleno, ni de vírgenes sin himen. Me hablas como si fuese el fantasma de todos los hombres con que te has cruzado, y yo me dirijo a ti como si fueses distinta a todas las historias con que me he cruzado.-

- Este no es tu lugar si a lo que vienes es a encontrar esperanza. Este sitio es el velatorio de los amores muertos, la anestesia de la rutina de una casada maltratada o un 'el hijo no es tuyo'. Aquí se viene a morir, o cuando ya has muerto.- y si yo podía morir así todas las veces que él acudiese allí iba a empezar a volverme suicida.

Nombre se apoyó sobre la mesa y adueñándose de la frialdad dijo-Yo no vengo a morir por una mujer, ni a vivir con ella; cuando mueres no te recuerdan por lo que fuiste en vida, sino por lo que fuiste muriendo. James Dean murió joven y solo y así se le recuerda, si mueres enamorado así se te recuerda; yo no quiero que se me recuerde, por eso vengo aquí, para no morir.- fue entonces cuando pude sentir el vacío y dolor de sus existencias, y cada palabra sobre su independencia le dolía más a mis ganas de hacerle escupir mi nombre al oído.

Nombre se levantó tras un merecido silencio en el que rezamos por la vida, o por la muerte, si después de conocerle lo mío podía llamarse vida. Me dijo 'adiós' con los labios y yo 'hasta pronto' con los ojos, y me resistí a ser otra mirada femenina más que contemplaba cómo su silueta se llevaba toda la luz que había habido en el cabaret aquella fúnebre noche.

Por lo general, me gusta no ser lo que se espera de las mujeres. Por eso mismo, Nombre es un tipo del que jamás hubiera podido no enamorarme.


Sonaba: Koop Island Blues

14 de agosto de 2012

Y que cumpla muchos más

Hoy soplo velas sin tu voz cantando
esa ridícula canción que nunca me gustó
esa tan popular,
la del cumpleaños feliz.

Hoy, que no quiero tarta de cumpleaños
si no puedo mancharte de merengue la nariz.
Si no puedo inventar caras estúpidas
abriendo algún regalo tuyo.

Hoy vuelvo a cumplir años sin ti,
solo que esta vez importa.
Me importa, joder.
Me importa no haberte escuchado
y ahora necesitar escribirte para no escucharme a mí.
Me importa haberme tatuado otros nombres
que no fuesen el tuyo.

El primer regalo que me da la fría madurez
es ese mismo, la madurez;
la madurez riéndose de mí,
de no dejarme mezclar nuestros apellidos en algún buzón.

El chuloputas del azar me deja de rodillas
en frente de tu ausencia,
y se la pela arrancarme de tu cuerpo.
Si quiera que exista el destino,
se está poniendo cachondo interceptándote de mi camino.

Todos esos se van a montar una orgía a pelo
en el lado que tú ocuparías en mi cama;
y me van a dejar criar su hijo,
y ponerle tu nombre al despertar,
y pelearme con él por el mando de la tele,
y esperarte traer a los niños del colegio,
y tener que tirar comida porque no sé cocinar para uno,
y tener que morir porque no sé vivir para uno.

Hoy soplo velas en una barra de un bar,
sin importarme que ya me hayan preguntado dos veces
a cuánto cobro la hora.
-a un suspiro de su boca- les digo;
y me miran con el respeto y silencio
con que se da a una viuda un pésame.

Hoy soplo velas en la barra de un bar de madrugada,
y como he aprendido que las velas no te van a traer,
en vez de comer tarta, bebo wisky seco,
para que al menos él te pueda llevar.

Más lejos, si cabe.

11 de julio de 2012

Carmen me gusta.

Carmen me gusta. Tiene tanta fuerza como su nombre, y es el mayor piropo que he dicho de una mujer. Quizá por eso me creen hetero. Aquella mañana podría decir mucho más de ella; salimos a correr, y la ropa de deporte a Carmen le sienta bien. En realidad siempre me parece que todo le quede bien.
Carmen no parecía triste, pero yo sabía que lo estaba. Me conocía todas sus caras, y las que no conocía me las tenía que inventar. No era por el parque solitario en que nos habíamos reencontrado, ni por madrugar, e incluso me atrevo a decir que no era por estar allí sentada con alguien como yo.

(Carmen)-Bajé al río poco después de perderte de vista.

(Yo)-¿Llevabas traje de baño?-

(Carmen)-Me bañé desnuda.- dijo con la indiferencia de quien no le importa que se la imaginen sin ropa. No debía importarle si aún estaba sentada a mi lado.

Carmen era, de puertas para afuera, mi amiga. De puertas para adentro, ella sabía que las navidades pasadas había pedido a Santa tener sus bragas de encaje salmón en el suelo de mi dormitorio.

(Yo)-Yo seguí el camino; paré para esperarte pero no venías- Carmen también sabía que la hubiese esperado en cualquier camino aunque no me conduciese a sus ingles.

(Carmen)- Me empezó a seguir un perro; -dijo ignorándome- tenía la huella de un collar en el cuello, y me lamía los talones a cada paso. Siguió así todo el camino abajo hasta que pensé que me lo podría llevar a casa. Entonces se cruzó otra chica haciendo footing y se volvió a correr tras ella.

Vamos.- dijo cuando empezó a resultar dolorosamente evidente que no hablaba de un animal.

Se levantó, empezó a correr, y yo la seguí, por si no había tenido suficiente con un perro aquella mañana.