10 de mayo de 2012

Prescindiblismo

Estas noches en que el éxtasis se disuelve en el humo de una pipa de menta negra y los dedos de la desgana comienzan a palpar la pared recostados sobre el broche de un sostén que abraza una espalda tendida en el parqué.

Estas noches que traen a los murciélagos de duermevela revoloteando en torno a unos ojos que se pierden en el infito de alguna estrella.

Estas noches en que debería estar dedicándome a desatar el deseo apretado contra la cremallera de algún pantalón en lugar de construir principios morales abrazados a la abstinencia.

Estas noches que todos deberíamos saborear derrochando segundos, y minutos, alguna vez.

6 de mayo de 2012

Por no fumarme más cigarrillos en tu cama

Llegué con tres mentiras:
la del amor, la de la felicidad y la de la eternidad
y me destrozó la facilidad con que te creíste las tres.

Y empezabas a confundirte en mi boca
mientras me odiaba por no pensar en tus labios.

Volví de prostituir miradas en las fachadas de otra ventana
que no era por la que me asomaba desnuda de noche
después de haberme dejado la piel en tu cama.

Y cada vez me dolían más nuestros silencios
porque no fui capaz de decírtelo todo callada,
y necesité hablar para evitar no decirte nada
y fingir decirte algo.

Así que seguí tiñendo tus sábanas de ganas
cuando mis ganas estaban tras la fachada de otra ventana
que no era por la que una y cuatro veces
se nos escapó el color de la voz.

Y ahora quiero caerme de rodillas
como no me caí cuando salí de tu vida.
Evito la humillación de los espejos cuando añoro
la saliva en el cuello que me quitaba cuando no mirabas,
y otras tantas cosas en otros tantos lugares
que la FOX censura en horario infantil.

Casi evito dirigirme a nadie
por vergüenza a que alguien pronuncie mi nombre
cuando ahora que ya te he destrozado
solo quiero que me pronuncie tu voz, a gritos de placer,
tras la fachada de tu ventana.

4 de mayo de 2012

Ni canciones, ni versos, ni nada.

Ni siquiera te mereces estas primeras palabras.


Ni tú ni tu arrogante rastro de cardenales en mi piel
que el desagüe de la ducha no consigue tragarse con el agua quemada;
aunque haga semanas que no me has tocado.
¿Lo habrás hecho en tu triste vida?
No recuerdo haber reconocido en tu estantería la serie
'100 recetas para cocinar el calor de una mujer'
ni siquiera junto a algún disco de Sabina.


Y en la mía tampoco, no recuerdo la última vez que atardecía
un agosto sin temblores a falta de tu chaqueta sobre los hombros.


Ni lo recuerdo, ni sé recordarlo desde que tu nombre
monopoliza mi desgarro.


Confundo hasta el momento en que pasé
de despertar empapada entre meados
a despertar empapada en tu dolor oprimiéndome las costillas,
desgarrando el silencio del sueño tranquilo.


No entiendo con qué combustible barato me seguía funcionando el corazón
si en tu maleta -entre tus pantalones y tus corbatas-
colocaste la última bocanada del tosco oxígeno que podía mantenerme con vida,
y sólo dejaste una caja de preservativos vacía.


Ya no sé si te odio más a ti por haberme conocido
o a mi por haberte dejado hacerlo con gusto y facilidad.
La misma con la que me quitabas las bragas.


Al menos si ahora utilizas la nata para algo más que cocinar
no va a iniciarse con mis desnudos
ni va a finalizar en los espasmos de tu espalda arqueándose sobre mi vientre.


Prefiero no pensar en lo mucho que enriquecerás a scottex
necesitando desahogar el recuerdo de mi pelo enmarcando una cara de placer
con tu nombre resonando a distintas notas de voz.


Más que pena, me haría gracia contar las veces
que te equivocarás gritando nombres en un orgasmo
por que las va a haber
¿de verdad piensas que mi falda andaría dando vértigos
por alguno de los cuchitriles en que me vas a buscar?
¿o que volvería a tu cama con la facilidad que lo harán
esas pobres ilusas bajas de autoestima?
(...otra vez?)


Ve buscando garaje en el barrio de la inexistencia
es donde pienso no escribirte cartas, ni canciones, ni versos, ni nada.