17 de junio de 2012

Y una mierda 'para siempre'

Supongo que fue la distancia  quien no supo querernos en la lejanía.
O todo lo contrario.
Que era demasiado pedir que recordases
la conjugación del verbo amar en primera persona del plural.
Que el amor que respirases por mi boca
dejase su sabor en tu lengua los suficientes días
para no perderte en la primera macedonia de lolas.

Supongo que no me esneñaron en ningún colegio
(y he estado en muchos) que disney miente más sobre el amor
que una mujer en sus orgasmos.

Tú tenías los míos regalados,
nos teníamos a ambos regalados,
no creo que nos mereciésemos te merecieses querernos tanto.
Parecías desnudar el infinito en mis pupilas
y alcanzar la eternidad con cada suspiro entre mis labios.

Siempre escuché que quien dice antes te quiero
sufre antes las cuchilladas del contrario.
Tampoco me enseñaron a desconfiar del dicho popular.

Y empezamos a coser tardes con el monopolio
de nuestra compañía, y parecía dolerte más que a mí
que la noche no tuviese más horas
para adiccionarte a hacerme dependiente.

Tiene gracia, que te conociesen por tu destreza en bolsa
y todas las acciones que invertimos en los dos
se devalorizasen por tu culpa,
 y ahora sea yo la que mendiga limosna al olvido.

Porque pagaría, si tu inexistencia en mi memoria
fuese adquirible con dinero.
Pagaría si el amor fuese un virus con vacuna,
si no fuese amor de esta forma.
Amor en que el sexo sólo es masturbación con compañía
amor en que la dignidad de uno se lo juega todo
a un farol emocional de strip-póker.

Lo que sí aprendí en la escuela
fue que los niños dejaban de insultarte si no te ofendías;
así que me puse el uniforme de indiferencia
pero me salió tatuado el de odio.

La materia solo se transforma, dicen;
yo debo estar hecha de toda la jodida tabla periódica,
cuando no me salen otra cosa que sustitutos
donde otro día quise todo lo que tenía que ver contigo.

Y lo hubiese seguido haciendo,
hubiese llegado a la cima del Everest contigo
de la montaña rusa más alta del mundo
o de donde tú me pidieses.

Pero no me pediste nada.
Ni vas a volver a pedirme algo.

Ni puedo seguir imaginando cómo evitar
el odio incondicional de tus padres.
Ni puedo seguir inventando tus regalos de cumpleaños.
Ni puedo seguir perdiendo el tiempo pensando
de qué formas arrancarle a tu desenfreno
un 'te necesito'en nuestras camas.

Sólo puedo seguir amando lo que fuimos,
y odiarte por cargarte lo que hoy, ahora,
sería un primer algo con tus besos.


4 de junio de 2012

Por hacernos daño

Alba no se viste de sonrisas caducadas
al fondo de una almohada que nos gane en la calvicie.
Alba no se cobra las horas por deber,
lo hace por adicción a malgastarlas con una colonia
que a su razón le hace las veces de cloroformo.
 
Alba no escapa de la jaula para sentir la libertad
siente la verdadera libertad entre rejas
con un columpio para dos periquitos en el centro.
 
Alba no paga deudas, se excita contrayéndolas,
si las paga es porque la moneda de cambio
bursatiliza en la bolsa del sexo.
Tampoco llora por ella, si en ella
no entras tú como unidad.

No es infiel a las cosquillas en la cama,
ni a los zumos de naranja en la cocina
y el sol de las 11 lamiendo sus piernas desnudas
que tu camiseta ancha dejan al deseo
mientras su deseo te lame entero con la mirada.
 
Dios sabe que si está casada con algo,
es con la tapa del retrete subida
o con renunciar a uno de los lados de la cama.
 
Y yo, que soy más libre cada día
y me dedico a abrazar la ausencia de una compañía
que me despierte con besos en la nuca,
ni soy Alba, ni quiero volver a serlo jamás.

17 de mayo de 2012

Con cigarras espiando desde la ventana

Cada vez el verano me recuerda más a la noche
y lo único que sé recordar es mi voz suicidándose en la almohada
por no salir su cadáver en las portadas de los periódicos
que los funcionarios mojan en el café de la una.

Y hablando de vicios, o hablando de mí,
he guardado las bragas que no necesitan presentaciones
en veinte kilómetros a la redonda
bien al fondo de un cajón, al lado del sujetador de broche fácil.

Entre otras medidas anticrisis, el dinero que recibo de limosna
ya no acaba en el estómago de una máquina de tabaco de bar español;
y mejor aún, tampoco en olvidarte a 40º de proporción.
Qué jodidamente poco jugo se puede exprimir de la indiferencia
pero su zumo sabe mejor sin azúcar que en disolución con cualquier otra saliva.